1
14:30 de un jueves de junio.
La campana de la libertad suena
puntualmente.
La joven de 16 años sale la primera de clase, nerviosa pero emocionada.
Una hora antes.
Él:
“Amor, tengo la tarde libre. ¿Quedamos para comer?”
Ella:
“¡Genial!”
Él:
“Excelente. Te espero en la entrada del instituto.”
Ella:
“Muy bien, ¡Te quiero!”
Él:
“Lo sé, algo me habías comentado, enana”
Ella:
“¡Capullo!”
Él:
“Un momento, ¿Estás hablando ahora conmigo?”
Ella:
“No, si te parece estoy cantando una ópera.”
Él:
“No te pases, cariño. Estoy oliendo sarcasmo.”
Ella:
“Pero que listo que es mi novio.”
Él:
“Madre mía, apesta a sarcasmo.”
Ella:
“Pues dúchate, que así te abrazo aun más.”
Él:
“¿Es una indirecta de que huelo mal?”
Ella:
“Es una indirecta de que cada día te quiero más.”
Él:
“Mmmm… Bueno, te creeré.”
Ella:
“Hazlo, porque no estoy atendiendo en clase para hablar contigo.”
Él: “¿Ves? Eso es lo que te quería preguntar cuando de pregunté si estabas
hablando conmigo.”
Ella:
“Me lo suponía y por eso te vacilé, para poder hablar más contigo.”
Él:
“Ah, muy bonito. O sea, que si ahora suspendes, es culpa mía ¿No?”
Ella:
“Por supuesto. Y aunque no me hubieras distraído por el móvil, también
suspendería por tu culpa.”
Él:
“¿Por?”
Ella:
“Porque no puedo dejar de pensar en ti.”
Él:
“Bueno, pues no te distraigo más, enana.”
Ella:
“Jooo…”
Él:
“Hasta dentro de cuarenta y cinco minutos, María. Te quiero.”
Ella:
“¡Adeus! Te quiero, Mateo.”
14:34 de un jueves de junio.
Por fin, llega a la salida del instituto
y con ilusión hace una instantánea pasada de mirada. Nada. Ni rastro de Mateo.
-Eres
un capullo –dice María sonriente en voz alta, pero lo suficiente para que nadie
la oiga.
-Que,
¿Te han vuelto a dar plantón? –Pregunta una voz a su espalda mientras le abraza
por la cintura y le da un sonoro beso en la mejilla derecha a María.
-Si
él es un capullo, vosotras lo sois el doble –responde María intentándose
mostrar seria y enfadada mirando a sus mejores amigas: Eva y Clara. Pero pronto
estalla en carcajadas, con ellas es imposible mantenerse seria y firme.
-Puede
ser María. Per sabes que sin nosotras no podrías vivir –reprocha Clara dándole
un abrazo de despedida a su amiga. María se los devuelva a ambas y las despide
con otro sonoro beso en la mejilla de cada una.
-¡Hasta
luego, cariño! –Grita Clara diciéndole adiós con la mano.
-¡Recuerda
que si te dan calabazas, nosotras estamos aquí! –Grita Eva con una amplia
sonrisa picaresca en el rostro. María baja la cabeza avergonzada por las
palabras de su amiga. Lo ha dicho muy alto y unos cuantos curiosos la están
mirando.
Sus
amigas se pierdan calle abajo, la que va en dirección al parque de Castrelos.
Menudas capullas. Pero a decir verdad, si que es verdad que no podría vivir sin
ellas. Eva y Clara, lo son todo para la adolescente. Siempre han estado a su
lado, desde los momentos más difíciles a los más alegres. Son hermanas de otra
madre, uña y carne, almas gemelas. Se las conoce por varios motes, el más
famoso es el de Las tres Mosqueteras.
Es imposible negarlo, las ama.
“¿Pero dónde te has metido?”
Mateo no da aparecido y ya lleva casi quince minutos esperándolo. Nunca llega
puntual, nunca. Siempre se excusa diciendo que se perdió por el camino, ¡Qué
mentiroso! Mateo se conoce la ciudad de Vigo como la palma de su mano. Siempre
recorre las transitadas calles en su moto. Como le encanta la moto de su novio,
pero le encanta aun más él, con sus ojos color miel, su pelo corto en punta de
un color rubio muy oscuro y luego sus camisetas. Informales total: camisetas de
grupos de metal como Iron Maiden, Pantera, Megadeth… Rajadas adrede que le dan un atrevido toque de rebeldía.
Ama a Mateo, quizás es pronto para decirlo, pero que sea el chico de su vida.
Sí, seguro que lo es.
“Capullo,
hoy te estás luciendo”. María se separa el flequillo de la cara y resopla
aburrida. Normalmente, Mateo tarda en llegar, pero lo de hoy, es excesivo. ¡Ya
ha pasado media hora! Ha probado a llamarle tres veces y nada, su novio no da
señales de vida. ¿Habrá tenido un accidente con la moto? Imposible, ese chico
monta mejor en moto que anda. Pero todo puede ser… Tonterías.
Prueba
a llamarlo otra vez. Nada. Se vuelve a colgar la mochila a la espalada y
comienza a caminar, rumbo a la parada de bus. Ya se ha cansado de esperar.
-¡MARÍA,
CORRE! ¡SUBE! –Grita una voz en la distancia que por momentos se va acercando.
La
chica reconoce al momento la voz: ¡Mateo! Por fin ha llegado. Ilusionada, María
se vuelve y ve que su novio llega con la moto a toda velocidad y frena en seco
delante de ella.
-Hola,
cariño –dice sonriente María acercándose a su novio con el propósito de
quitarle el casco y darle un gran beso en sus dulces labios.
-¡No
hay tiempo! –Responde Mateo. Agarra del brazo a su novia y la hace sentar en la
moto. Él también monta y haciendo rugir el motor, arranca.- ¡Nos largamos!
A
gran velocidad, la moto se incorpora en la carretera y como si de una carrera
se tratase, va adelantando los coches de una manera vertiginosa pero elegante.
-¿A
dónde vamos? –Pregunta María gritando para poderse hacer oír.
-No
lo se
-¿Ocurre
algo? –Vuelve a preguntar María al escuchar el tono nervioso de su novio.
-Nada,
tranquila –responde Mateo intentando disimular su miedo.
María
sabe que algo pasa, pero decide no insistir, Mateo, ya se lo contará. Abraza a
su novio con más fuerza por la cintura, cerrando los ojos y relajándose. Ama ir
con Mateo en la moto, tiene la sensación de que vuelan por un mundo sin
preocupación.
Pero
al contrario, Mateo no está nada relajado, ya que aquellos Arios les están
pisando los talones. Y son gente peligrosa, muy peligrosa y eso el chico lo
sabe muy bien.